Cuando el océano se convierte en lienzo
Por Mauricio Rocha (ROCHAS)
«Pintar bajo el mar no es un acto de valentía, sino de humildad: el arte se rinde ante la inmensidad del océano.» — ROCHAS
Durante varios días, descendí al mar con mi equipo de buceo, lienzos, espátulas, pinturas ecológicas y el alma abierta. Cada inmersión fue un acto de entrega: pintar a 30 o 32 pies de profundidad, con una sola reserva de oxígeno de 45 a 60 minutos, exige concentración extrema, resistencia física y una conexión íntima con el entorno marino.
Cada obra fue creada en una sola inmersión, utilizando únicamente espátula y manos. La presión del agua, la flotabilidad del cuerpo y la energía viva del mar condicionan cada trazo. No hay espacio para bocetos ni correcciones: el lienzo es el escenario de una conversación silenciosa entre el artista y el océano.
Este proceso nunca fue solitario. En cada inmersión me acompañó un buzo de seguridad, pieza esencial para que el arte naciera sin poner en riesgo la vida. Recuerdo especialmente la última obra, pintada en el interior de una cueva submarina: la conexión con el espacio fue tan intensa que el tiempo pareció disolverse. Fue él quien me proporcionó oxígeno de reserva, permitiéndome finalizar la pieza con serenidad.
Hoy estas obras son más que cuadros: son fragmentos del mar, trazos de conciencia, memorias pictóricas que emergen desde las profundidades para recordarnos la urgencia de proteger nuestros ecosistemas marinos.
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